A nuestra llegada todos los salones estaban llenos de caritas curiosas y de seños que se multiplicaban por mil para estar con cada uno de ellos a la vez. La risa ingenua de unos se confundía con el infantil sollozo de otros, mientras los más pícaros, esos que dice La Edad de Oro que son siempre mayoría, no dejaban de posar ante la cámara.Ver más
jueves, 18 de septiembre de 2008
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