La ciudad no envejece; al contrario, parece acumular toda su energía en el aliento de quienes la moran y en la sucesión de nuevas fachadas, espacios y utilidades para sonreírle al tiempo con sus recuerdos. Allí, donde antes el muro estaba desconchado y pálido o la hierba abundante entre metal oxidado, hoy renacen colores traducidos en un mejor servicio a la población. Ver más
martes, 29 de julio de 2008
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